El acuerdo marco interregional de cooperación entre la Comunidad Europea y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), iniciado en 1995 y en vigor desde el 1º de julio de 1999, ha culminado con la firma del Acuerdo de Asociación entre los dos bloques centrado en las áreas de: diálogo político, temas económico-comerciales y cooperación. Pero éste es sólo el primer paso de un complicado proceso de casi dos décadas para llegar a la situación actual y al que falta la ratificación de países con gran peso dentro de la UE. Su misma entrada en vigor se prolongará al menos un par de años más hasta concretar la versión final, puesto que los textos están en fase de revisión jurídica. Posteriormente se presentará a los 28 Estados miembros de la UE para su ratificación y, finalmente, deberá ser validado por el Parlamento Europeo y por los cuatro poderes legislativos de los países latinoamericanos que son la contraparte.
Mercosur está integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, siendo Estados asociados Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam. En cifras, representa un mercado con 780 millones de habitantes, una región con más de 260 millones de consumidores, un Producto Interno Bruto conjunto de 19 billones de euros (casi una cuarta parte del PIB mundial) y un comercio intrarregional de más de 88.000 millones de euros, con una balanza comercial ligeramente a favor de la UE (2.500 millones de euros).Aunque el verdadero impacto del Acuerdo no podrá evaluarse hasta su entrada en vigor, se estima que potencialmente es el mayor de los acuerdos celebrados por la UE, a cuyas empresas garantiza un ahorro de 4.000 millones de euros anuales en aranceles: 4 y 6,6 veces más que los acuerdos con Japón y Canadá respectivamente.
Para entender por qué se firma ahora el acuerdo es interesante hacer una breve cronología desde el año 2000, cuando comenzaron formalmente las negociaciones técnicas de libre comercio para la supresión de aranceles, restricciones y regulaciones entre el Mercosur y la UE. Fueron las diferencias en el capítulo comercial, principalmente en el sector agrícola, las que provocaron la suspensión de dichas negociaciones en 2004. Sin embargo, a pesar de no avanzar en materia comercial, en la Cumbre de Lima de 2008 se desarrollaron acuerdos en nuevas áreas como ciencia y tecnología, infraestructura y energía renovable. En 2010, en Madrid, se llevó a cabo el relanzamiento formal de las negociaciones. Más tarde, de manera paralela a la Cumbre de 2013, se celebró una reunión ministerial bilateral para reforzarlas. En 2015 tuvieron lugar encuentros en Bruselas y Asunción con el objeto de aclarar dudas técnicas sobre el contenido de las posibles transacciones. Desde sus inicios, se han celebrado más de una treintena de rondas negociadoras, en un proceso que concluyó de manera positiva el viernes 28 de junio de 2019, en Bruselas, con el Tratado de Asociación.
¿Qué ha variado para que la firma del tratado avance? En primer lugar, están los incentivos generados por los cambios en el contexto internacional. En un contexto globalizado, con la liberalización del comercio como referencia, los acuerdos comerciales otorgan visibilidad a los involucrados, además y en menor medida, contribuyen al fortalecimiento de la integración en un orden liberal internacional. El cambio de posición se ha dado, sobre todo, en la postura negociadora de los miembros de Mercosur, que cuentan con gobiernos con posiciones menos reacias al proceso de globalización y libre comercio, lo que se refleja en su estrategia de relaciones internacionales y en la reducción significativa de las políticas proteccionistas características de las administraciones pasadas. Se ha transitado de una coyuntura en la que ha primado la cooperación política (UNASUR o ALBA) a una más centrada en las relaciones económica y comerciales, como muestra el sostenimiento de la Alianza del Pacífico a pesar del “distanciamiento” de México.
Desde la perspectiva de la UE, el cambio en la posición negociadora está influido por la estructura de oportunidades que genera la disputa entre Estados Unidos y China, que ha facilitado, entre otras cosas, la coordinación de Europa y América Latina con el fin de reducir los riesgos y efectos colaterales. También las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2019 han flexibilizado la posición de la Comisión saliente, ante la sospecha de una nueva Comisión con posibles tintes nacionalistas que interferiría de manera definitiva en las negociaciones. El resultado es que, una vez que culmine el proceso con MERCOSUR, la UE tendrá acuerdos firmados con todos los países latinoamericanos, a excepción de Bolivia y Venezuela. El Acuerdo alcanzado es una clara muestra de avance de la UE en el campo de la integración pero sigue estando aun lejos del ritmo de China y sus alianzas comerciales.
Cabe mencionar que las negociaciones han sido más reservadas de lo habitual y que ha habido poca información para la ciudadanía, restándole así la oportunidad de involucrarse en la formulación de esta política económica-comercial. El motivo quizá esté en la creciente oposición ciudadana de los últimos años a los tratados de libre comercio, como sucedió con el veto de la región belga de Valonia al acuerdo comercial con Canadá (CETA) en el 2016 y que actualmente no está ratificado de forma completa. Para el caso que nos ocupa, Francia se ha declarado “no lista” para ratificarlo, centrando sus principales preocupaciones en el sector agrícola y ganadero. En cuanto al sector agrícola, también Irlanda, Bélgica y Polonia han solicitado el resguardo del sector para evitar que los productos provenientes del Mercosur amanecen el sustento de los agricultores de la UE. Por otro lado, en la fase final de las negociaciones ha sido fundamental el apoyo de Alemania, Países Bajos, Letonia, Portugal, República Checa o Suecia.
Finalmente, es preciso referirse al papel desempeñado por España en el proceso de las negociaciones. Primero, independientemente de sus gobiernos, el interés por la aprobación del Acuerdo ha sido una constante. Segundo, su presencia e involucramiento con una política exterior orientada a espacios de creciente prosperidad, alejada de los nacionalismos y la desintegración, ha sido determinante. Tercero, el rol propositivo y proactivo de España le ha permitido acelerar el Acuerdo, como demostró la iniciativa de relanzamiento de las negociaciones en la Cumbre de Madrid 2010.